Al preguntarle sobre la posibilidad de ver canguros me dijo, riéndose de mí sin disimulo, que al menos una decena de ellos se acercaba cada atardecer a la casa y que podía darles de comer de mi mano si quería. Medio que no me lo creí. Hasta que empezó a caer la tarde y armada con unas tortitas de maíz y mi cámara me fui a dar un paseo por el bosque que rodea a las dos casas. Y me encontré con esto:
Siguiendo el consejo de Peter, empecé a llamar al canguro más cercano con un chasquido de la lengua al tiempo que le enseñaba la tortita y enfocaba con la cámara. Resultó ser una hembra con un bebé en la 'mochila'. Increíble. Pero yo tengo aprendido de otros encuentros con animales que precisamente las mamás con crías son las mas peligrosas, así que no intenté acercarme demasiado.
Lo peor es que ella sí decidió echar un vistazo más de cerca y os juro que del susto que me pegó me han salido un par de canas más. Yo estaba mirando por el objetivo de la cámara, intentando enfocar, cuando oigo: "tum, tum". Un par de saltos y la cacho loca ésta se me planta a menos de un palmo de distancia de mis pies. Pa' morirse.
No solté la cámara porque me costo un dineral, pero le tiré todas las tortitas y di un par de pasos hacia atrás, gritándole al pobre bicho: "No, no, no vengas, que era una broma", en castellano y en australiano, por si acaso. Y la cangu me miraba como diciendo: "¿En qué quedamos, voy o no voy? ¿Para qué me llamas si no quieres que venga?"
Después de posar un rato para mí, mi amiga y sus colegas empezaron a saltar como locos a toda velocidad y yo, que no entiendo demasiado la idiosincrasia de estos animalillos pero le tengo mucho aprecio a mi vida, me batí en retirada por si las moscas.
Cuando volví a la casa y le conté mi "aventura" a Johno y a Peter se partían de risa y decidieron demostrarme que, de verdad, son unos bichines super amables y puedes tocarles sin riesgo de perder una mano. Eso sí, me advirtieron de que no me acercara a ningún macho porque, además de ser más grandes que yo y tener cierta predisposición a dar puñetazos, por lo visto tienen la libido constantemente disparada y se follan a todo lo que se mueva y parezca una hembra.
Y allá que fui yo, toda loca, a dar de comer tortitas de maíz a un puñado de simpáticas canguras australianas. Qué felicidad!!