martes, 22 de julio de 2008

Sorry, Jono

"¡Prefiero mil veces que un borracho te toque el culo en el bar, a que te digan que una sonrisa tuya vuela más alto que una mariposa!"

Las palabras son un arma de destruccion masiva y deberian estar controladas por algun organismo internacional. O igual soy yo que no se usarlas. A raiz de un estupido comentario escrito en mi ultima entrada (y que ya he borrado, no me sean morbosos), me veo pidiendo perdon y recordando el dialogo entre Beatriz y su madre en el libro 'El cartero de Neruda', el libro de Antonio Skarmeta que luego fue llevado al cine. No tienen desperdicio. Con este 'copio-pego' despido este blog hasta que vengan tiempos mejores o yo aprenda a controlar mis dedos sobre el teclado. Nos vemos en mi e-mail.
"La madre se puso de pie y cruzó delante de su pecho las palmas de las manos, horizontales como los filos de una guillotina.
- Mijita, no me cuente más. Estamos frente a un caso muy peligroso. Todos los hombres que primero tocan con la palabra, después llegan más lejos con las manos.
- ¡Qué van a tener de malo las palabras! – dijo Beatriz abrazándose a la almohada.
- No hay peor droga que el bla-bla. Hace sentir a una mesonera de pueblo como una princesa veneciana. Y después, cuando viene el momento de la verdad, la vuelta a la realidad, te das cuenta de que las palabras son un cheque sin fondo. ¡Prefiero mil veces que un borracho te toque el culo en el bar, a que te digan que una sonrisa tuya vuela más alto que una mariposa!
- ¡Se extiende como una mariposa! – saltó Beatriz.
- ¡Que vuele o que se extienda da lo mismo! ¿Y sabes por qué? Porque detrás de las palabras no hay nada. Son luces de bengala que se deshacen en el aire.
- Las palabras que me dijo Mario no se han deshecho en el aire. Las sé de memoria y me gusta pensar en ellas cuando trabajo.
- Ya me di cuenta. Mañana haces tu maleta y te vas unos días donde tu tía en Santiago.
- No quiero.
- Tu opinión no me importa. Esto se puso grave.
- ¡Qué tiene de grave que un cabro te hable! ¡A todas las chiquillas les pasa!
La madre hizo un nudo en su chal.
- Primero, que se nota a la legua que las cosas que te dice se las ha copiado a Neruda.
Beatriz dobló el cuello y miró la pared como si se tratara del horizonte.
- ¡No, mamá! Me miraba y le salían palabras como pájaros de la boca.
- Como “pájaros de la boca”. ¡Esa misma noche haces tu maleta y partes a Santiago! ¿Sabes cómo se llama cuando uno dice cosas de otro y lo oculta? ¡Plagio! Y tu Mario puede ir a dar a la cárcel por andarte diciendo… ¡metáforas! Yo misma voy a telefonear al poeta, y le voy a decir que el cartero le anda robando los versos.
- ¡Cómo se le ocurre, ‘ñora, que don Pablo va a andar preocupándose de eso! Es candidato a la presidencia de la república, a lo mejor le dan el Premio Nobel, y usted le va a ir a conventillear por un par de metáforas.
La mujer se pasó el pulgar por la nariz igual que los boxeadores profesionales.
- “Un par de metáforas”. ¿Te has visto cómo estás?
Agarró a la chica de la oreja y la trajo hacia arriba, hasta que sus narices quedaron muy juntas.
- ¡Mamá!
- Estás húmeda como una planta. Tienes una calentura, hija, que sólo se cura con dos medicinas. Las cachas o los viajes. –Soltó el lóbulo de la muchacha, extrajo la valija desde abajo del catre y la derramó sobre la colcha–. ¡Vaya haciendo su maleta!

lunes, 21 de julio de 2008

Camino al norte













Camino al norte voy. Intentando llegar a Cape Tribulation, por aquello del nombre (otra vez) y de alli a Darwin, para verle el careto a los malvados 'salties', unos enormes cocodrilos que viven en rios y estuarios y que son muy, pero que muy malos. Por ahora solo he visto uno mini, poco mas grande que una lagartija sobrealimentada. Me tire media hora escondida detras de un arbol para ver si aparecian sus progenitores, pero por desgracia (o por suerte) no asomaron el morro.



Escribo desde Mission Beach, un mini pueblo una hora al sur de Cairns. Lo de pueblo es un suponer, porque durante un paseo tardio por la interminable playa he contado una veintena de casas, la mitad de ellas hostales, baretos o restaurantes.
La arena ya no es dorada sino tirando a naranja. Ni rastro de surferos ni de olas. El agua oscura y peligrosa, hogar de las temibles y temidas 'stingers', un par de medusas asesinas que hacen el ba;o imposible en verano y arriesgado en invierno. Y, para mi sorpresa, estoy en territorio un pajarraco enorme de cuello azul y una cresta-casco mas que curiosa. Se llama Cassowary y, teniendo en cuenta que puede llegar a medir dos metros y pesar 70 kilos, no estoy segura de querer encontrarme cara a cara con un par de ellos. De hecho ayer me fui a dar un paseo de cerca de ocho kilometros por el bosque donde viven. Iba yo solita y medio acojonada por la cantidad de ruidos raros e inexplicables que se oyen entre la maleza en cuanto dejas la civilizacion. Al principio iba caminando lo mas silenciosamente posible, camara en ristre, para inmortalizar al primer pajarraco que se cruzara en mi camino. Hasta que vi la primera deposicion-cagada de los susodichos. Horror. Una monta;a de bolas del tama;o de una patata peque;a o una pelota de golf grande. Y luego otra. Y otra. Y yo pensando "rediez, si este pajarito es capaz de expulsar esto por un agujerito de su cuerpo, que no sera capaz de engullir por su pedazo de bocota". El resto de la caminata lo hice a paso marcial, cantando a gritos los ultimos exitos de La Fuga, mirando por encima del hombro cada tres minutos y saltando dentro de mi pellejo cada vez que oia un ruido no identificado. Soy una gallina, lo reconozco. Iba tan pendiente de los cassowaries que hasta que no llegue al hostal no me di cuenta de que habia cruzado un par de riachuelos, con las botas en la mano y el agua por las rodillas, sin tomar las mas minimas precauciones anticocodrilos malotes. Es que este pais es un sinvivir!!! En fin.



Como esta lloviendo os cuento mas cosas.
En mi ruta desde Byron Bay, de donde sali el 2 de julio (creo), me detuve a saludar a una vieja y esquiva amiga: la Gran Barrera de Coral australiana. Tres viajes a Australia han sido necesarios para, por fin, poder remojar mis huesos en aguas turquesa y gui;arle el ojo a los peces de colores, las tortugas y las mantas que se pasean muy chulitos entre corales y estrellas de mar de un azul imposible.
Desde otro micro-pueblo llamado 1770 en honor a la fecha de arribada a estas costas del ubicuo Capitan Cook, un catamaran enorme infestado de japoneses me llevo a Lady Musgrave, un cayo-isla (que no una isla-callo) situado al extremo sur de la Gran Barrera. Tras la pertinente vomitona (tengo el dudoso honor de haber vomitado volando sobre las misteriosas lineas de Nazca en Peru, nadando entre delfines en aguas de Nueva Zelanda, durante cada una de las cuatro inmersiones del curso de submarinismo en Byron Bay hace ocho a;os, pescando en una barcaza en Gandia y en un monton mas de sitios que ahora no quiero recordar), al agua patos hasta que los labios se me pusieron morados y me tiritaba hasta el tatuaje de puritito frio. Bonito es poco.

Luego estuve en Carnarvon National Park. Espectacular. Todo esto viajando y viviendo en un coche convertido en casa gracias a una cama, una cocinilla y una nevera instaladas en la parte trasera.
Ya no llueve asi que no os cuento mas. Bueno si. Que el ordenador con las tildes y virgulillas se quedo en Byron Bay, como habeis comprobado. Y que llevo diez minutos intentando colocar las jodias fotos donde toca y no hay manera. Dita sea!!!