domingo, 27 de abril de 2008

Flipando con los canguros

Acabo de pasar unos días de vacaciones (no todo va a ser trabajar) en Boreen Point, cerca de Noosa, unas cuatro horas al norte de Byron Bay. Estaba en la casa de invitados de mi amigo Peter, que vive así, a lo ancho:


Al preguntarle sobre la posibilidad de ver canguros me dijo, riéndose de mí sin disimulo, que al menos una decena de ellos se acercaba cada atardecer a la casa y que podía darles de comer de mi mano si quería. Medio que no me lo creí. Hasta que empezó a caer la tarde y armada con unas tortitas de maíz y mi cámara me fui a dar un paseo por el bosque que rodea a las dos casas. Y me encontré con esto:

Siguiendo el consejo de Peter, empecé a llamar al canguro más cercano con un chasquido de la lengua al tiempo que le enseñaba la tortita y enfocaba con la cámara. Resultó ser una hembra con un bebé en la 'mochila'. Increíble. Pero yo tengo aprendido de otros encuentros con animales que precisamente las mamás con crías son las mas peligrosas, así que no intenté acercarme demasiado.


Lo peor es que ella sí decidió echar un vistazo más de cerca y os juro que del susto que me pegó me han salido un par de canas más. Yo estaba mirando por el objetivo de la cámara, intentando enfocar, cuando oigo: "tum, tum". Un par de saltos y la cacho loca ésta se me planta a menos de un palmo de distancia de mis pies. Pa' morirse.



No solté la cámara porque me costo un dineral, pero le tiré todas las tortitas y di un par de pasos hacia atrás, gritándole al pobre bicho: "No, no, no vengas, que era una broma", en castellano y en australiano, por si acaso. Y la cangu me miraba como diciendo: "¿En qué quedamos, voy o no voy? ¿Para qué me llamas si no quieres que venga?"


Después de posar un rato para mí, mi amiga y sus colegas empezaron a saltar como locos a toda velocidad y yo, que no entiendo demasiado la idiosincrasia de estos animalillos pero le tengo mucho aprecio a mi vida, me batí en retirada por si las moscas.



Cuando volví a la casa y le conté mi "aventura" a Johno y a Peter se partían de risa y decidieron demostrarme que, de verdad, son unos bichines super amables y puedes tocarles sin riesgo de perder una mano. Eso sí, me advirtieron de que no me acercara a ningún macho porque, además de ser más grandes que yo y tener cierta predisposición a dar puñetazos, por lo visto tienen la libido constantemente disparada y se follan a todo lo que se mueva y parezca una hembra.
Y allá que fui yo, toda loca, a dar de comer tortitas de maíz a un puñado de simpáticas canguras australianas. Qué felicidad!!

miércoles, 16 de abril de 2008

Antídoto contra las envidias


La casa donde vivo y la famosa hamaca

Se acabó la buena vida. Se terminó ver pasar las horas tumbada en la hamaca mientras los pajaritos (y pajarracos, que de todo hay) me cantan al oído. No más playa, paseos en moto ni surferos. He empezado a trabajar y ya era hora, porque me quedaban exactamente 48,09 euros, 25 dólares australianos y un puñado de quetzales guatemaltecos que encontré el otro día en el fondo de mi mochila. Aunque mi primera intención era ser presidenta de algo, parece ser que no les quedan muchos puestos libres de eso por aquí.
Además, resulta que lo de no hablar perfecto australiano y no tener permiso de trabajo es un problema a la hora de conseguir un trabajo maravilloso y bien pagado, ya ves, qué tiquismiquis (juro que esta palabra existe en el diccionario de la RAE).
El caso es que, a pesar de mis limitaciones, he conseguido no uno sino DOS empleos acordes con mi preparación académica, mi chispeante personalidad y mi capacidad de trabajo: pinche de cocina y repartidora de publicidad. Espectacular



Toda la casa llena de Post-it para que Jono aprenda español

Os cuento que me levanto a las 5,15 de la mañana, cojo una bici medio podrida que me ha prestado el vecino y en 20 minutos estoy en el Krave, un sitio muy simpático donde venden kebabs, zumos, pasteles, café, hamburguesas... Todo orgánico y saludable.
Como a esas denunciables horas es de noche total y yo vivo en lo alto de una colina a las afueras de Byron Bay, la mitad del camino lo hago con una linterna de esas que se ponen en la frente y que se llaman 'frontal' no sabemos por qué. Es la única forma de ver por donde voy. La lluvia exagerada que cae constantemente desde hace una semana tampoco ayuda demasiado, a cada rato tengo que pasarme la mano por la cara en plan limpiaparabrisas para quitarme el agua de los ojos y no estamparme contra el primer árbol, canguro o deportista kamikaze que se cruce en mi camino.
Así que llego al Krave como si me hubiera duchado con la ropa puesta y a currar. Hasta ahora me he pasado unas cuantas horas limpiando suelos, estanterías, cámaras frigoríficas y cafeteras industriales. Tambien he troceado miles de lechugas, tomates, cebollas, champiñones y unas cosas verdes que parecian arbolitos y no sé cómo se llaman. En el proceso he perdido un par de uñas entre la lechuga que alguien se ha comido en su kebab y he descubierto una nueva pasión en mi vida: los cuchillos. Realmente me gustan, me parecen sexys, bonitos y decorativos, se me ocurre que puedo entrenarme en mis ratos libres y a lo mejor un día encuentro trabajo como lanzadora de dagas en un circo. O algo. Sólo espero conservar todos los dedos hasta entonces.


Mi playa, Wategos Beach

A las 10 termino de jugar a las cocinitas, pillo un puñado de hojas con publicidad de la agencia de viajes de mi amigo Jono y me voy a caminar por Byron durante un par de horas repartiéndolas entre los mochileros con los que me cruzo. A las 12 ya lo tengo todo hecho y me puedo dedicar a la buena vida, un poco condicionada por la puñetera lluvia: leer, ver una peli, tomar unas cervecillas en casa de los amigos o escribir tonterias. Mola.
Y lo mejor es que me pagan por ponerme en forma frotando suelos, levantando cajas de bebidas y paseando: 15 dolares por hora en el Krave (8,85 euros al cambio) y 10 por la publicidad. Un dineral. Con mi primer sueldo (aqui te pagan al día o como mucho a la semana) me he dado todo un lujazo: gel para la ducha. De España sólo me traje champú, por aquello de minimizar el equipaje, y lo estaba usando también para el cuerpo. No sé, pero creo recordar que antes no era tan peluda. Con mi próxima paga tiro la casa por la ventana y me compro pasta de dientes.
Esta entrada tenía como objetivo contaros mis padecimientos laborales para que dejaseis de envidiarme, pero no me ha salido. Estoy super feliz de la muerte con mis trabajos, mi bici podrida y mis madrugones. Sorry.
*Como todavía no tengo fotos de mis trabajos os mando de mi casa y más surferos.



Nunca es demasiado temprano para aprender a surfear





martes, 8 de abril de 2008

Fauna australiana



Ya no sé en qué día vivo ni me importa, así que tampoco sé cuánto tiempo llevo en Australia. Posiblemente un par de semanas. Lo suficiente para ver mi primer canguro vivo, todo un acontecimiento si tenemos en cuenta que es la tercera vez que visito este país. En mis otros dos viajes vi un montón de ellos, pero todos en esta posición:



No, no está durmiendo la siesta.


El problema es que hay montones de canguros por estos lares que tienen la perniciosa manía de saltar de repente delante del primer vehículo que pasa. Asi que los arcenes de carreteras y caminos están llenos de despojos marsupiales en diferentes grados de descomposición. No es broma, un bicharraco de este tamaño te puede hacer mucho dañito si se estampa contra el parabrisas de tu coche.
Por suerte, al poco de ver a ese pobre en un camino de Brooms Head, encontré este otro con algo más de vitalidad y luego a esta simpática familia.




Durante un viajecillo al Parque Nacional Lamington, en un paraje llamado Binna Burra, pude ver y fotografiar a un koala, empresa nada fácil si no estás de visita en un zoológico, porque son unos bichitos de natural tímido, de tamaño tirando a enano y con una curiosa predisposición a vivir en lo alto de enormes árboles del mismo color que su pelaje. Es casi un milagro descubrirlos así, al natural.



Luego están los miles de lagartos de todos los colores y tallas. Con éste, dado su tamaño, tuve que compartir mi desayuno, lo que tiene en la boca es un trozo de panqueque con mermelada.



Pero si de verdad hay un animal característico que distingue a Australia del resto de los ecosistemas es, sin duda, el auténtico surfero semi-autista de anchos hombros y melena eternamente decolorada por el sol. Ahí los tenéis, haga frío o calor, llueva o no, ellos y ellas sacuden su pelo rubio-frito y al agua, a ver quien se da más hostias contra la tabla hoy. Por cierto, que esta mañana me he despertado con la noticia de que un tiburón ha matado a un chavalito de 16 años que hacía surf en Ballina (primera foto), una playa a menos de 15 minutos de donde me baño yo. Es lo que tiene vivir en un país donde cada día corres el riesgo de morir comido por un tiburón, paralizado por una medusa, envenenado por una araña peluda o por el mordisco de una serpiente. Aunque me ría, en el fondo me jode un montón que la gente se muera sin quererlo.
Joer, ya me ha dado el bajón. Y encima llueve.