lunes, 28 de marzo de 2011

Recapitulando desde Canadá






Un día estaba tan agustico tomando el sol en Hawai, al día siguiente estaba comiendo nieve en Port Townsend y ahora, de repente, a remojo en Canadá. ¡Qué manera de llover. Y lo peor es que pronto, muy pronto, zarpamos (que gustazo, poder usar ese palabro) hacia el Pacífico Sur y todavía no os he contado nada de nada. Es que la vida no me da. Así que antes de embarcarme (je, je, ahora solo me falta usar 'levar anclas') os dejo un pequeño resumen de lo que he aprendido por estas tierras. Para empezar, que todavía queda algún hombre bueno. Tenía serias dudas tras mi encontronazo con el australiano-pitecus. Pero ahora se que en Hawái siempre estará David, su vitalidad, su perenne sonrisa, sus seis gatos y sus desayunos a base de café con Baileys y papaya. Laura, olvida Cahuita y sus chitras, si me pierdo, búscame en Maui.

Aprendí que en estas islas se puede llevar una motarra sin casco por aquello de las libertades individuales. Una tontería, si me preguntan.

Que los camiones de los bomberos son amarillos porque se ven mejor que los de color rojo.

Que las ballenas cantan de verdad, como en los documentales de La 2. Nunca las había escuchado en directo. Emocionante.

Que hay una ola con nombre propio, Jaws, la madre de todas las olas, y cuando las condiciones de viento y corrientes son las adecuadas, la gente se pregunta por la calle "¿sabes si ha salido Jaws?", como si se tratara de un tío lejano que llega de visita. La isla se paraliza y surferos y no surferos, locales y turistas, ponen rumbo al acantilado con las mejores vistas y allí pasan el día, esperando a Jaws. (¿?) Yo me la perdí, pero debe ser como la de la foto multiplicada por 10.

Que las bananas más ricas son las que crecen en tu jardín, cerca de la piscina, junto al jacuzzi.

Que si paseas por la playa y te matan, luego no vengas quejándote, que avisado estabas...

Que si compras flores, no conduzcas.







Que esta es Pele, diosa del fuego, y cuando se cabrea escupe lava y piedras que destruyen vidas pero crean islas. Que las bailarinas de hula llevan tatuajes secretos en sus muslos.




Que el sol se levanta tempranito y bajo cero en la cima del volcán Haleakala, a unos 3.000m de altitud y se acuesta en el Pacífico montando un espectáculo increíble y diferente cada día.


Y muchísimas cosas más, pero me he cansado de escribir. Por cierto, estoy en Canadá intentando que me den otro visado de 3 meses. Si no lo consigo tengo que llegar a México sin el barco antes del 7 de abril.

sábado, 12 de marzo de 2011

Tsunami hazard zone

Las dos y pico de la noche. Suena el teléfono. Entre que me caigo de la litera, descubro dónde estoy y qué demonios está sonando, cuando encuentro el móvil ya han colgado. Tengo un mensaje en el buzón de voz de David desde Hawái: "Hola, solo quería saber cómo ha ido la evacuación y dónde os habéis refugiado. Aquí, en Maui, la gente ha dejado sus casas y anda por las calles, alejándose de la costa. Llámame cuándo puedas para decirme cómo va todo y a qué hora está prevista la llegada del Tsunami".


¿Evacuación? ¿Tsunami? Pero ¿de qué está hablando este chico? Echo una mirada por el ventanuco de mi camarote y todo parece normal (todo lo normal que puede ser teniendo en cuenta que vivo en un barco al seco, en medio de un pequeño astillero y rodeado de otro montón de barcos en diferentes estados de reparación).


Llamo a David, que me cuenta que se ha producido un enorme terremoto frente a las costas de Japón y han emitido una alerta Tsunami que afecta a Hawái y a toda la costa oeste de Estados Unidos. Están evacuando a todo el que vive cerca del mar. Miro de reojo la torre de altavoces que forma parte del sistema de alertas de Port Townsend y que está a menos de 100 metros de mi oreja. He visto-oído a esos trastos en acción en Maui, donde los prueban el primer martes de cada mes y sé que es imposible que haya sonado y no me haya enterado.


David, frente al ordenador, me va leyendo los últimos partes de emergencia. Según los reportes, debería ir vistiéndome y metiendo en una bolsa impermeable lo poco que quiera llevar conmigo. Y tampoco estaría mal despertar a Bill, que duerme como un bendito en la otra punta del barco (hace falta mucho más que un simple Tsunami para alterar a mi super-capitán).


Los estados de California, Oregon, Washington (el mío) y el sur de Alaska están dentro del posible radio de acción del Tsunami. Port Townsend está en una zona de riesgo, como bien rezan las señales distribuidas por el pueblo, y hay una ruta de evacuación prevista y señalizada con unos cartelitos que siempre me han hecho mucha gracia.


David sigue leyéndome los partes. El más reciente, desde Seattle, avisa de que la ola provocada por el terremoto golpeará la costa de Washington sobre las 7 de la mañana, pero llegará muy debilitada, aunque se mantiene el estado de alerta y se aconseja a la población que abandone las zonas portuarias y las casas cerca de la costa.
Mi pueblín, Port Townsend, en la Olympic Peninsula, está orientado hacia tierra continental, no hacia el Pacífico, además de estar protegido por el estrecho Juan de Fuca. Es muy, muy improbable que la ola llegue hasta aquí, así que, a pesar de la inquietud de mi preocupado amigo David (mahalo my friend, eres un sol), dejo una notita a Bill contándole lo del Tsunami y me vuelvo a mi litera a seguir durmiendo.
Ahora ya es viernes, son las 7.30 de la mañana y escribo desde la cafetería donde tomamos café cada día, a dos palmos del borde del agua. Quizá no sea el sitio más sensato para pasar la mañana, el océano gris y cabreado golpea los ventanales del local. Ayer parecía un mar de mercurio, tranquilo y silencioso. Las noticias sobre el devastador efecto del Tsunami sobre Japón son horribles y casi me siento mal por frivolizar con el asunto. Pero la incontrolable naturaleza, con su infinito poder, manda y dispone, el hombre solo está de paso, que no se nos olvide...


Esta entrada no tiene otro objetivo que tranquilizar a todos los que me habéis mandado mensajes preocupados porque sabéis que estoy por la zona y a los que no sabéis por dónde ando y eso también os preocupa.