Al preguntarle sobre la posibilidad de ver canguros me dijo, riéndose de mí sin disimulo, que al menos una decena de ellos se acercaba cada atardecer a la casa y que podía darles de comer de mi mano si quería. Medio que no me lo creí. Hasta que empezó a caer la tarde y armada con unas tortitas de maíz y mi cámara me fui a dar un paseo por el bosque que rodea a las dos casas. Y me encontré con esto:
Lo peor es que ella sí decidió echar un vistazo más de cerca y os juro que del susto que me pegó me han salido un par de canas más. Yo estaba mirando por el objetivo de la cámara, intentando enfocar, cuando oigo: "tum, tum". Un par de saltos y la cacho loca ésta se me planta a menos de un palmo de distancia de mis pies. Pa' morirse.
No solté la cámara porque me costo un dineral, pero le tiré todas las tortitas y di un par de pasos hacia atrás, gritándole al pobre bicho: "No, no, no vengas, que era una broma", en castellano y en australiano, por si acaso. Y la cangu me miraba como diciendo: "¿En qué quedamos, voy o no voy? ¿Para qué me llamas si no quieres que venga?"
Después de posar un rato para mí, mi amiga y sus colegas empezaron a saltar como locos a toda velocidad y yo, que no entiendo demasiado la idiosincrasia de estos animalillos pero le tengo mucho aprecio a mi vida, me batí en retirada por si las moscas.
Y allá que fui yo, toda loca, a dar de comer tortitas de maíz a un puñado de simpáticas canguras australianas. Qué felicidad!!