No me puedo creer que haya pasado todo este tiempo desde la última vez que escribí algo en este blog. En fin. Que paren el calendario, que la vida no me da.
Encima estoy en plan pereza total y me entra el nervio si paso más de diez minutos seguidos sentada delante del ordenador, así que voy a subir un montón de fotos, os cuento cuatro chorradas y os hacéis una idea de lo que pasa por aquí. No me entero de cómo se hace para que las fotos se queden donde yo las pongo, me rindo y que sea el señor blog ese quien decida dónde colocarlas.
Lo primero que os cuento es que tuvimos invasión de hormigas en casa. La cosa empezó con un puñado de estos
bichejos en la cocina, pero según
Johno, "no pasa nada, están dentro de casa porque está lloviendo, cuando pare ya se irán".

Pues vale. Total, en la cocina también viven esta
arañita y su madre, que es el doble de grande pero de natural tímido y todavía no se ha dejado fotografiar:
Ah!! Y esta
ranita tan simpática:

Así que cuando "unas cuantas" hormigas más empezaron a entrar en la habitación por la ventana, empezaron a teñir de negro un armario y tomaron al asalto el televisor y los altavoces del ordenador, yo me limité a hacer fotos. Cuando a medio día llego
Johno de trabajar casi le da un ataque. Se olvidó de su vena budista y volvió al pueblo a toda velocidad a comprar un
spray mata-hormigas. Ecológico, eso sí.





Mas bichos: los
bush turkey, unos pavos salvajes que viven en el bosque, van a su bola y se pasean por la casa como si pagaran alquiler. Yo les tengo mucha manía, pero están protegidos por la ley y no se les puede tocar ni una pluma, por no hablar de
hincarles el diente tras una breve estancia en el horno.
Dammit!


Y aquí tenemos a los famosos y ruidosos periquitos
autralianos, un puñado de
histéricos pajarracos que ponen la banda sonora a los amaneceres y
atardeceres de este lado del mundo.

Aproximadamente a las dos semanas de incesante y
estridente parloteo matutino la cosa de
ja de ser
exótica y pasa a convertirse en un verdadero
coñazo.
No sé cómo lo hago pero en cada entrada acabo hablando de animales. Esto es una gamba gigante. La cosa funciona
así: tu tienes una tienda de piñas y resulta que eres
aus
traliano: pues te construyes una piña gigantesca, la colocas en el tejado de tu comercio y te anuncias en todas las guias
turísticas como "La piña más grande del mundo mundial". Las carreteras del
país están llenas de se
ñales que anuncian "La langosta más grande", "La banana más grande", "La naranja más grande"... y
así hasta el infinito. Este bonito pero poco comestible
crustáceo está a la entrada de
Ballina, un pueblo cerca de Byron.
Además de hacer fotos a todo animal que se pasea por delante de mi
cámara, durante este tiempo sin escribir he seguido trabajando en el
Krave, el garito de los
kebabs y he dejado lo de repartir publicidad. A la semana de estar cortando cebolla, lechuga y zanahorias me ascendieron y me pusieron a "cocinar" y servir
kebabs, hamburguesas, zumos y
cafés. Con lo feliz que era yo
cortándome las uñas entre cacerolas... A pesar de mi mundialmente conocida incapacidad para cocinar mas
allá de una tortilla o una ensalada mixta, se me da bastante bien eso de calcinar un trozo de carne y algo de cebolla mientras unto de mantequilla revenida un trozo de pan. El problema lo tengo para entender qué demonios quiere el cliente de turno. De veras, intentar aprender inglés en Australia es como irte a un
pueblín de la
Andalucía profunda a aprender castellano. Un desatino.
Que más? He visto amaneceres como este:


Y este:

Playas infinitas como estas:








He hecho un
montón de
kilómetros en moto (de paquete hasta que no me crezcan las piernas un palmo más):

Y algunos menos caminando por los innumerables (y cómodos) Parques Naturales de este
país:


Ah!! He estado de boda "a la australiana": en un acantilado y todo el mundo vestido a su bola. Sin tanto formalismo ni tanta
tontería como se hace en España (creo, sólo he ido a la de mi
hermanísimo y fue muy divertida). La niña
rubita es la hija de la pareja (él tiene otros dos hijos) y
perdió uno de los anillos por el camino. A mitad de la ceremonia nos pusimos todos a buscarlo entre la hierba que nos llegaba por el tobillo. Hubo suerte y la boda termino como
empezó, entre risas. Yo era la
fotógrafa oficial y
también perdí algo: unos zapatos de
tacón prestados que me quite nada mas bajar del coche para no partirme el cuello en tan memorable
día. Nos dimos cuenta durante la cena y una segunda
expedición de
búsqueda tuvo que recorrer de rodillas el
puñetero acantilado hasta dar con ellos. En fin.
(El flaco de la foto es el novio, no el 'Padrino'. El otro aprendiz de gánster, el más hermoso, ese sí es el padrino).




